martes, 11 de diciembre de 2007

La brisa y la muerte

El viento traía un nuevo aire. Aromas del este. Me senté tranquila a respirarlos.
Mientras que disfrutaba de la suave brisa, reflexioné sobre lo irritable que podía llegar a ser un día en que todo saliera mal.

Muchas veces me he preguntado por qué ocurren cosas malas a la gente buena, y otras tantas he topado con la respuesta: porque nadie es responsable de que esas cosas malas ocurran.
Nadie dijo que las buenas acciones fueran siempre recompensadas. Nadie nos aseguró que si reciclábamos, si manteníamos limpias las calles, si ayudábamos a una persona mayor a cruzar la calle, o si simplemente no robábamos, todo a nuestro alrededor iba a ser felicidad.

Anoche, mientras el aleteo de una mariposa inundaba la noche a mi alrededor, pensé en la muerte. Me asustó pensar en lo frágiles que somos, en lo cerca que podemos estar cada día de desaparecer de este mundo, y empecé a sentirme cada vez más débil y más marchita. Como si la propia muerte hubiera sobrevolado mi cabeza mientras pensaba.

Pero, poco después, di con la clave para superar estas dos situaciones. Porque la muerte nos llegará a todos, y las cosas malas, también. Lo único que tendríamos que pretender en la vida es hacer que sea cada día un poco mejor, para esquivar durante el mayor tiempo posible tanto las desgracias como a la propia muerte.

Nadie dijo que fuera fácil. Pero yo estoy dispuesta a intentarlo.

2 comentarios:

Fer dijo...

Vivir es estar dispuesto a hacer frente a estas realidades.
Sabes que te acompaño en tu camino. Y que te tengo presente en el mío.

Besou!

Emilienko dijo...

Esta tarde estaré allí. Ponte tus mejores galas.